La crisis financiera que soporta Europa, tanto en lo que atañe a su banca como a la deuda soberana de algunos de los países (Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia) que comparten la moneda única, va camino de convertirse en el cuento de nunca acabar de tan sumamente retorcida como es la historia. Si ya los estados hicieron un esfuerzo ímprobo para apuntalar a bancos y cajas, esfuerzo necesario pero muy complicado de explicar a unos ciudadanos agobiados por el paro y que cuestionaban que aquéllos estuvieran por encima de éstos en las políticas de los gobiernos, afloran ahora voces que reclaman una nueva recapitalización de las entidades debido al impacto que, sobre sus cuentas, han tenido las constantes tensiones provocadas por la deuda pública y por miedo a una nueva (¿nueva?) sequía de préstamos para hogares y empresas.
Y hasta aquí podíamos llegar. El argumento de quienes defienden ese nuevo respaldo público a bancos y cajas es el mismo de siempre, el que, por ejemplo, desembocó en la gestación del FROB español (el fondo de rescate): que sin entidades solventes no hay crédito, sin crédito no hay inversión, sin inversión no hay economía y sin economía no hay empleo.
De acuerdo con esta secuencia, pero ahí va otro argumento que entiendo que no es de menos peso: Europa no se puede permitir la existencia de tantos bancos y cajas de ahorros inviables y los estados, pues, no pueden acudir permanentemente en su auxilio, y menos si estos enfermos asistidos con suero no se empeñan fehacientemente, y por iniciativa propia, en mejorar su salud y salir del hospital curando sus ineficiencias.
Esa corriente, que cunde con fuerza, habla del impacto de las tensiones de la deuda soberana, pero no en qué grado las entidades financieras han contribuido, aunque sea mínimamente, a la especulación y, por tanto, a su propio daño y perjuicio. Porque, recordemos, ni fueron ni son ajenas a los fondos de inversión que buscan la mayor rentabilidad posible para sus propietarios, y no apuntemos con dedo acusador sólo a la banca de inversión procedente del otro lado del Atlántico, miremos a las de éste. Retorcido asunto, ¿no creen?
No se postula la recapitalización de todos los bancos, por supuesto, sino de unos cuantos, alguno de ellos, pocos, en España (aquí, cajas). Un reputado catedrático andaluz de Economía decía hace poco en Sevilla, dentro de un restringido foro de académicos y empresarios, que ni el Gobierno español ni el Banco de España pueden seguir presumiendo, como lo hicieran en su día, de la salud de sus entidades financieras, pues al final tuvieron que comerse con papas sus declaraciones y reconocer que aún las hay (pocas) con problemas y admitir que el deterioro de sus activos, en especial los inmobiliarios, ni mucho menos ha terminado.
Pues si no son muchas las entidades españolas que aún revelan problemas ni éstas representan siquiera un peso significativo sobre el conjunto del sistema financiero español ni europeo, dejémoslas caer, así de contundente. Que el Estado asuma sus riendas (que las administre) y si no es posible una banca pública, que sean adjudicadas a los bancos o cajas con más poderío. Ni se acabó el mundo con la intervención y posterior subasta de Caja Castilla-La Mancha ni con la de Cajasur, ni tampoco ocurrirá nada con la última caja nacionalizada, la alicantina CAM.
En los tres casos, y a través del llamado mecanismo del Esquema de Protección de Activos, el Estado asumió o asumirá las pérdidas que las adjudicatarias no estaban dispuestas a soportar, y esto quiere decir que todos los contribuyentes pagamos o pagaremos la mala gestión de los antiguos administradores de las cajas de ahorros, fueran políticos o curas, qué culpa tendremos nosotros de las incompetencias, o la mala fe, de otros, la agonía, a la larga, nos costará más cara.
Fuera de España, es cierto que los mayores bancos alemanes y franceses irían a la quiebra si Grecia suspendiera pagos, al ser los principales tenedores de deuda helena, pero ¿sostener al país y, una vez hecho, inyectarles dinero público, vía avales, a aquéllos por miedo a la sequía del crédito? Holgada experiencia tenemos, a ver si vamos a caer en la misma piedra, ésa que dice tú me das pero yo no.
Esa sequía persiste desde hace tres años, con o sin dinero público, mientras que las entidades, en toda Europa, se han esforzado por mantener el nivel de dividendo para sus accionistas -no para dar abrir el grifo del crédito-, luego pérdidas no han tenido, e incluso escandalosos han sido algunos casos de retribuciones a directivos. La condescendencia tiene un límite: la paciencia de los ciudadanos no banqueros.
P. D.
La parva. El consejero de Economía, Antonio Ávila, pasará a la historia de la industria naval andaluza por enterrar los astilleros de Huelva y Sevilla. Complicada era la solución y la crisis económica ha dificultado la búsqueda de inversores, sí. Pero la realidad es ésa, un entierro, y trabajadores prejubilados o indemnizados por despidos por parte de quien asumió el futuro de las factorías: la Junta de Andalucía. Por cierto, tercer cadáver si se suma el de Santana Motor.
La simiente. La inauguración de la planta solar termoeléctrica de Torresol Energy en Fuentes de Andalucía se hará por todo lo alto, presencia del Rey de España y del príncipe heredero de Emiratos Árabes. Sigamos buscando petrodólares…
La paja. ¿Saben que Andalucía tiene una escuela de pastores? Supongo que sí, es la estrella de las presentaciones públicas de la Consejería de Agricultura, más presentaciones que pastores…