Los impuestos de una cigarra

Dice la ortodoxia económica que en tiempos de crisis conviene bajar los impuestos y concebir un presupuesto austero. El motivo, aduce, es que el Estado es más propenso al gasto corriente no productivo que los particulares y, por panto, éstos, con más dinero en sus bolsillos, son los que pueden reactivar el consumo y despertar a las adormiladas empresas. La heterodoxia, en cambio, considera que el Estado ha de relevar al sector privado en lo que a inversiones se refiere y tomar, pues, el protagonismo del gasto, siempre y cuando éste se destine a actividades productivas.

Cojamos esta última doctrina, que es la adoptada por el Gobierno. Si sus planes anticrisis se destinaran a reactivar realmente a la economía, bienvenido sea el incremento del gasto público, aunque sea a costa de la subida de impuestos, que a todos nos duele (a unos más que a otros, y pienso, sobre todo, en los parados y los pensionistas). Pero si los recursos se dedican a arreglar plazas, levantar aceras y poner adoquines, no veo por ningún lado ni la actividad productiva ni el cambio de modelo económico que anunciara Zapatero, y menos cuando las partidas orientadas a la innovación se han reducido en las cuentas de 2010.

El Ejecutivo argumenta que lo primerísimo es paliar la crítica situación que atraviesan quienes han perdido su empleo o agotado las prestaciones, y es lógico porque tras las estadísticas del paro existen auténticos dramas familiares. Pero también es cierto que no ha de resignarse a concebir estas medidas curativas, sino que ha de creerse, y no sólo lanzar en mítines, que otra economía es posible.

Las contradicciones están marcando a este Gobierno, que improvisa en exceso. Ahí quedan, por ejemplo, esos 400 euros de deducción anunciados en época electoral, con la oposición del hoy ex ministro Solbes, guardián del déficit público, o la garantía, Zapatero dixit, de que no se iban a incrementar los impuestos, y qué poco ha cumplido con su palabra. Una visión económica más a largo plazo los habría aumentado en las épocas de bonanza para cubrirse las espaldas en las de crisis. La lección la dio, tiempos ha, la hormiga a la cigarra. Políticamente no era conveniente.

Echo de menos a Solbes. Al menos era coherente.

P.D.

La parva

¿Con qué pagará el Gobierno el posible apoyo del PNV a los Presupuestos? ¿Se adjudicará Caja Castilla-La Mancha a una de las dos cajas de ahorros vascas?

La simiente

Caja Extremadura acaba de culminar el proceso de renovación de sus órganos de Gobierno, con el nombramiento de Víctor Manuel Bravo Cañadas como nuevo presidente, en sustitución de Jesús Medina. A partir de ahora, Cajasol acelerará las cuentas de su Ruta de la Plata.

Standard

One thought on “Los impuestos de una cigarra

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *