Los rojos y las sotanas

España es un Estado aconfesional, a Dios gracias. La religión, sea cual sea, debería quedar constreñida al ámbito personal y familiar, abrazada siempre no sólo desde la más absoluta de las libertades, sino también con la sinceridad por delante, y, así, nos evitaríamos tantos falsos. Pero la proclamada aconfesionalidad, que matiza la propia Constitución con el mandato de tener en cuenta las creencias de la sociedad española y mantener las relaciones de cooperación con la Iglesia católica y el resto de confesiones, y el necesario camino hacia la completa laicidad de España, donde ninguna fe condicione las leyes y, por tanto, subyugue la vida de las personas ajenas a un determinado credo, no quitan para que cualquiera pueda manifestar éste es mi dios, no esconderlo en la estricta intimidad y sí gritarlo al mundo y que éste, por supuesto, me vea.

En estos tiempos que corren, me quito el sombrero ante quienes conservan intactas sus creencias religiosas. Vaya aquí mi escrupuloso respeto a las que también respetan y no tratan de imponer sus doctrinas ni aspiran a hacer guerras santas destrozando a las demás y a los demás. Qué quieren que les diga, ver a un joven practicando su creencia desde el más profundo de sus convencimientos, a mí realmente me emociona. Quien se pone a conciencia la túnica de nazareno para acompañar al Señor del Gran Poder en la Madrugá sevillana tiene tanta consideración como quien, también a conciencia, idolatra al Che Guevara y lo lleva en su camiseta, al tiempo que ya no me merecen tantos miramientos ni quien viste de ruan por vestirlo ni quien porta el rostro revolucionario sin saber siquiera qué portan.

Insisto. La religión, mientras más lejos de los centros de poder, mejor, y también lejos, lejísimo, de los colegios. Eso sí, con este Gobierno de Mariano Rajoy, lo tenemos crudo, dada la excesiva influencia ejercida actualmente por la Conferencia Episcopal sobre algunos de sus ministros, a pesar de que la cúpula de los obispos sería la primera interesada en que hubiera católicos perpetuos por convicción, y no católicos transitorios por obligación. En vísperas de la Semana Santa, yo, por imposición y sin alternativa, era de los conducidos desde mi escuela hasta la parroquia para el sacramento de la confesión. Eso no me hizo ni más ni mejor cristiano. Al contrario, sí me marcó cuando pude decidir. Junto con la educación, la otra gran cuestión sobre la que la curia quiere decidir –y fíjense que no digo influir, sino decidir–, la legislación sobre el aborto, no voy a recurrir al argumento fácil del ojalá ellos fueran quienes tuvieran útero y se quedaran embarazados, sino que me remito a una viñeta de El Roto a cuya contundencia argumentaria poco cabe agregar: “Como no creéis en los pecados, los convertiremos en delitos” (el dedo de una sotana apuntando a una mujer). A las buenas católicas, mis reverendísimos hombres de Dios, no les hace falta ley alguna, ya saben qué no tienen que hacer; a las demás, déjenlas en paz, y que actúen según su conciencia –no la vuestra– y conforme a la regulación de un Estado libre y aconfesional.

Cuidado. Que de mis palabras no se infiera una falta de reconocimiento a todo lo bueno que despliega la Iglesia, que es muchísimo. Pero a Dios lo que es de Dios, y al César… ya saben.

Mediados los noventa, y en años de dura lucha para sacar adelante la antigua textil sevillana Hytasa, conocí a uno de sus líderes obreros, diríase que comunista y sindicalista a más no poder. Un hombre que convencía y, creo, sincero. Su labor para con los trabajadores y su ideología política no le impedían meterse cada Miércoles Santo bajo las trabajaderas de un paso –nació en el barrio de San Bernardo, así que imagínense cuál puede ser–. Tanta pasión ponía en las manifestaciones laborales como al hablar de sus propias manifestaciones cofradieras –entiéndase esto último como demostración pública de algo, nunca en sentido peyorativo–.

Si ese comunista y sindicalista, y de Comisiones Obreras para más señas, fuera hoy un cargo público afiliado a IU, tendría que olvidarse de acompañar a sus hermanos costaleros, a su Cristo y a su Virgen en la estación de penitencia de cada Miércoles Santo, simplemente porque la coalición de izquierdad le prohibiría –prohibición en el partido de la libertad– asistir y enorgullecerse no ya de su creencia, sino de una cultura y de una tradición que mamó desde niño y que, llegada la madurez y a diferencia de muchos otros, no desprecia.

Para caminar hacia la, recalco, necesaria laicidad del Estado, la IU salida del congreso andaluz del pasado fin de semana prohíbe a sus cargos públicos ¡la manifestación pública de la propia conciencia religiosa! ¡No se queden ahí, rojos míos, sean valientes! Prohíban allí donde gobiernan la Semana Santa, la Navidad y los festivos de patronos y patronas. Procesionen la laicidad y devuelvan a los hombres de buena fe al armario de la religión. Diabólico error.

P. D.

La parva. El alcalde no tiene la culpa de que Sitel haya presentado un ERE para buena parte de su plantilla pese a que en su día anunciara a bombo y platillo que iba a generar no sé cuántos empleos. El alcalde tampoco tiene la culpa por confiar en las empresas, que acuden a las administraciones para obtener respaldo y, si pueden, dinerillo. El alcalde, en definitiva, no tiene la culpa de guardar la esperanza de una mejora en el empleo y de la coyuntura económica. Pero el alcalde sí debería tener a un equipo que le dijera qué tipo de actividad empresarial ejerce Sitel y cuán frágil es el empleo que crea.

La simiente. Nos hacemos eco de las penas pero también de las alegrías. Lo justo es lo justo. La compañía aeronáutica andaluza Alestis ha sufrido y sigue sufriendo una gran inestabilidad accionarial y laboral, pero su equipo, con el respaldo de Airbus, ha cumplido con sus encargos (cono de cola y panza del aparato) para el avión comercial A350, cuyo primer vuelo se efectuó la pasada semana en Toulouse. Este tipo de hitos, como en su día lo fuera el estreno del avión de transporte militar A400M en Sevilla, levanta el pesimismo y respaldan la labor que se realiza en la aeronáutica regional. Esperemos que una vez que el A350 entre en fase comercial y, por tanto, también lleguen regularmente los ingresos, el futuro de Alestis se despeje y consolide por fin una estructura de socios sólida y estable.

La paja. De la docena de acepciones de la palabra “secretario” en la Real Academia Española, me quedo con una, aunque la RAE señala que está en desuso: “Se decía de la persona a quien se comunica algún secreto para que lo calle”. Pues bien. A raíz de la publicación del IRPF del alcalde, sobre el secretario general del Ayuntamiento de Sevilla, Luis Enrique Flores, recae la duda de si actuó realmente como secretario del Consistorio según la acepción de la RAE “persona que por oficio público da fe de escritos y actos” o como secretario al servicio del regidor y del PP, al pie de la letra del primer significado aquí dado, aquel que habla de secretillos y a callarse. Porque si Flores sentencia que los sobresueldos o colaboraciones de Zoido no eran actividad profesional y éste declara a Hacienda que sí, a ver en qué papel lo deja y queda.

Standard

2 thoughts on “Los rojos y las sotanas

  1. paco says:

    No estaría mal entender una noticia antes de comentarla. No es que los militantes de IU no puedan hacer lo que les dé la gana con su vida privada, como si quieren hacerse testigos de Jehová o mormones. En todo momento habla de participar o promover actos religiosos a sus cargos con representación institucional, básicamente alcaldes y concejales.

    Todo el que quiera puede ir, a título personal, a los actos que quiera. Lo que se prohíbe es la representación institucional, vamos, lo que hacen continuamente los cargos del PP y a veces del PSOE, desfilando con su varita de mando delante del paso de palio para ganar votos.

    • lasiega says:

      En el artículo se habla expresamente de la prohición para los cargos públicos, no de una prohibición general para los afiliados de IU que no lo sean.
      Un saludo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *