Muerto el perro, se acabó la rabia

Pues no. Danone no se cierra. Ni Cargill. Ni Roca. Ni Panrico. Ni Astilleros de Sevilla. Ni Altadis. Ni Cerámicas Bellavista. Ni Boliden. Ni, si me apuran en el tiempo, Gillette. Ni tantas y tantas otras empresas radicadas en Sevilla que, pese a la pancarta de su plantilla al grito de aquí no nos mueven, esto seguirá abierto, y con el respaldo pleno de los políticos, algunos de ellos encabezando las manifestaciones –¡ah, bendita memoria, ese muy popular Javier Arenas allá por 1995 jaleando a los trabajadores contra la, decían entonces, clausura inmediata de la industria naval hispalense, que finalmente prolongaría su agonía hasta hace apenas dos años!–, terminaron diciendo, vale, muy bien, pero ahí os quedáis.

Sí. Danone echa el cerrojo. No ha servido ni el bienintencionado llamamiento al boicot de sus productos lanzado por el portavoz socialista en el Ayuntamiento, Juan Espadas, como tampoco en su día el concebido para Gillette. Señor Espadas, ya puede comer sus yogures de siempre, no cambie. Señor Juan Ignacio Zoido, alcalde de esta ciudad, ya puede usted quitarse el gran disgusto de saber –conste en acta que, en una reunión, dijo no saber y qué gran disgusto se llevaría– que ese azul de las maquinillas con las que cada mañana se afeita es característico de la multinacional que un mal día de 1994 hizo las maletas y se largó, así que tampoco cambie. Para qué cambiar. Qué verdad verdadera es eso de que muerto el perro, se acabó la rabia…

Antes de seguir comiendo lácteos, un cigarrito. ¿No se acuerdan del clamor Tabacalera (Altadis) no se cierra? Sí, a ver, la fábrica de yo soy Carmen la de España, cigarrera de Sevilla, con no sé cuántos siglos y siglos de historia, la que tenía como presidenta del comité de empresa a Josefa Medrano, la misma que hoy se sienta con Antonio Rodrigo Torrijos en la bancada de Izquierda Unida en el Consistorio. Se cerró, sí. Desgañitarse la garganta sirvió no precisamente para que mantuviera aquí su actividad industrial, sino para que sus operarios arrancaran de la compañía las mejores condiciones posibles, con prejubilaciones, bajas incentivadas y traslados, y también la promesa empresarial de recuperar parte del empleo perdido en un centro logístico del que nunca más se supo.

Batallita de abuelo Cebolleta. En medio de la negociación a tres bandas entre empresa, comité y Junta de Andalucía se filtró que, pese al diálogo, Altadis mantenía intacta su intención de cerrar la planta sevillana. Todas las partes montaron en cólera, poniendo incluso en cuestión la veracidad de una información sustentada en un documento oficial remitido por la propia compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores y aduciendo que el acuerdo estaba muy próximo. ¿Estaba pues mintiendo la empresa al órgano regulador del mercado bursátil y a sus accionistas? No. Haberlo hecho le hubiera reportado dos puros: multa y desprestigio. Decía la verdad dado que en aquellos precisos momentos ya no se negociaba la posibilidad de seguir abierta, sino la cuantía de las prejubilaciones y de las bajas incentivadas. Entonces, a más de uno, de tanto que había gritado y defendido la causa Tabacalera no se cierra, se le quebró la voz.

Ya apagado el pitillo, regresemos a los lácteos. Supongo que a ningún trabajador, al menos no a mí, le gusta quedarse en el paro, por muy buen colchón de despido que te pongan por delante, ni prejubilarse cuando se está aún en la flor de la vida laboral, por magníficas que sean las condiciones del retiro, ni mudarse de ciudad para conservar el empleo, por gruesa que sea la lista de quienes desesperadamente rastrean una ocupación. Dicho esto, ¿dónde hay que firmar? Porque más quisieran muchos, muchísimos, miles, centenares de miles, irse al paro, prejubilarse o mudarse en los mismos términos económicos que entonces lograron los empleados de Altadis y hoy los de Danone.

¡Ojo! No estoy cuestionando el acuerdo ni, por supuesto, que la plantilla salga con las mejores condiciones económicas posibles, y máxime teniendo en cuenta que estamos ante una multinacional que, a pesar de sus beneficios y saneado balance, no ofrecía alternativa alguna al cierre. Sí, en cambio, dejo constancia de: uno, además de perderse otra industria en Sevilla, en estos tiempos de crisis y de recortes de derechos sociales y prestaciones, el que más y el que menos tiene que largarse a casa en el más absoluto de los silencios, sin carteles ni apoyos políticos, con una indemnización de apenas 20 días por año trabajado; y dos, que, hoy por hoy, prejubilarse a los 53 años y con la mayoría del salario es poco menos que una quimera en la empresa privada, y hasta en la pública.

Escarmentado como ya está uno, mañana, cuando surja otra pancarta reivindicativa del estilo equis empresa no se cierra, permítanme que, de entrada, dude, puesto que sin restar importancia ni necesidad a la lucha de la plantilla por conservar su empleo y su lugar de trabajo –en muchísimas ocasiones en compañías queridas por los operarios pese a ser tratados éstos con la mismísima punta del pie– existen sobradas experiencias de que ese objetivo principal termina cayéndose por el camino, dejándonos con la boca abierta y la cara de bobo.

P. D.

La parva. Era evidente que tarde o temprano saltarían las chispas entre los agricultores de Asaja y la patronal sevillana CES. De hecho, mucho han tardado, habida cuenta de aquel ninguneo que, justo al asumir la Presidencia de la CES, hiciera Miguel Rus hacia los arroceros a cuenta de la oposición de éstos al dragado del río Guadalquivir. Asaja no se niega, tampoco unos arroceros que son uno de los puntales de la patronal agraria, siempre y cuando se realicen las (costosas) obras que lleven el agua a sus campos. Y el frente común de la CES con los sindicatos y la Cámara de Comercio olvida esa demanda histórica de Asaja…

La simiente. Al pasar de noche, el lugar es un páramo, a nadie se ve por las calles de esta prolongación del barrio sevillano de Pino Montano sembrada de viviendas de protección oficial y dominada por las torres de oficinas de Torneo Parque Empresarial. Por el día, trasiego de vecinos y, sobre todo, de trabajadores y directivos. Más allá, suelos para más viviendas y, en estos momentos, trabajos de urbanización del parque comercial e industrial del Higuerón, por nombre Ciudad de la Imagen. En este entorno acaba de abrir sus puertas el hotel Hilton Garden, pensado sobre todo para empresarios y directivos, y también más en el mañana que en este hoy de crisis económica.

La paja. No hay dinero, no, pero tampoco voluntad. La Consejería de Fomento no tiene ni idea de cuándo se podrán retomar las obras de finalización del tranvía de Alcalá de Guadaíra a pesar de quedar poco y estar sufriendo robos en su trayecto. Pero si no hay presupuesto autonómico, me pregunto si no cabe buscar otras alternativas que, con la colaboración de la iniciativa privada –empresas y bancos–, pueda concluir lo poco que queda. Imaginación y ganas, por favor, porque es una lástima este retraso sine die. Un esfuerzo, anda, que será de lo escasito que la Junta de Andalucía podría inaugurar en los próximos años en la provincia de Sevilla…

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